Desde los primeros pasos de la fotografía el uso astronómico de estos dispositivos estuvo en mente de los astrónomos. El primer uso fotográfico del que se tiene constancia en una observación astronómico es realizado por el astrónomo John William Draper el 23 de marzo de 1840, utilizando un daguerrotipo para la Luna, sólo un año después de su invención. La primera imagen estelar data de 1850 hecha de la estrella Vega, por Bond y Whipple en la noche del 16 al 17 de julio, realizada desde el observatorio de la Universidad de Harvard y el primer objeto de cielo profundo fotografiado es la nebulosa de Orión el 30 de septiembre de 1880.

Primer dagerrotipo de la luna hecho por John William Draper
El elemento receptor ampliamente utilizado fueron las placas fotográficas que sufrieron una gran transformación desde sus primeras utilizaciones hasta la implantación del CCD, en la última década del siglo pasado. Este avance fue tanto en tamaño como en sensibilidad de la emulsión sensible a la luz. Sin embargo, el inicio de la caída de la utilización de las placas fotográficas fue muchos años atrás y ocurrió antes en el mundo de los profanos que en el ambiente científico. La aparición del celuloide, realizada por George Eastman a finales del siglo XIX. Cuando casi todo el mundo utilizaba ya negativos fotográficos de celuloide, los observatorios astronómicos aún utilizaban las placas de base de vidrio emulsionado, sin duda por el coste de sustitución de los soportes en los que se colocaban las placas.
Sin embargo, este cambio también surgió de la necesidad. La placa fotográfica pecaba de muy bajo nivel de detalle y en algunas áreas de observación urgía elevar la resolución y el contraste. Una de estas áreas era la observación solar. Las placas fotográficas no daban la resolución necesaria para detectar determinados eventos solares y las películas fotográficas tenían el grano tan grueso que tampoco permitían aumentar la definición de la imagen.
Era pues necesario para detectar los fenómenos solares una película más sensible y de grano más fino. Además, si se aumentara su sensibilidad en la zona infrarroja, permitiría contrastar aún más dichos fenómenos. Este reto lo recogió los herederos de George Eastman de Kodak, que terminó sacando al mercado en el año 1967 la película Kodak Technical Pan. La película más sensible y de grano más fino de su época, en blanco y negro, pero con una particularidad única que no tuvo ningún negativo en la historia, la ampliación de la sensibilidad en la banda infrarroja.

Negativo de película Kodak Technical Pan
Estas particularidades la hicieron muy apetecible en el campo de la ciencia, utilizándose de manera amplia en astrofotografía (sobre todo solar) ya que era sensible a la línea del hidrógeno alfa, pero también valía para otro tipo de astrofotografía por su alta sensibilidad y su grano fino inigualable. Posteriormente se amplio su uso científico para espectroscopía médica e industrial, fotografía industrial. Una remodelación posterior de este negativo en los años 90, permitió su uso en investigación biológica, permitiendo el análisis por fotografía aérea de cosechas y bosques enfermos, aumentó su uso médico, en odontología y diagnóstico médico e incluso en el rastreo de falsificaciones y restauraciones pictóricas.
Los amantes de la fotografía artística siguen añorando sus prestaciones, por su luminosidad y contraste, y acogieron de mal agrado su final retirada del mercado en 2004. Existen aún nostálgicos del blanco y negro que buscan los últimos negativos de la Kodak Technical Pan en mercados de segunda mano para hacer instantáneas con estos últimos negativos.
La era digital acabó prácticamente con la empresa Kodak, que fue de las que no supo adaptarse al cambio, aunque volvió a renacer abriéndose paso con otros artículos. Pero la aportación que realizó en las últimas décadas del siglo XX a la ciencia, la tecnología y al arte con este gran negativo fotográfico, promovido por las necesidades de la astronomía, nos quedará para siempre.